Hace 2 días tuve la suerte de estar en la ceremonia de graduación de la primera promoción de graduados en fisioterapia de la Universidad Gimbernat dónde imparto clase desde hace 10 años. Esta ceremonia se repite cada año de manera ininterrumpida desde hace 25 años que es los que lleva dicha universidad. Otras ceremonias anteriores despertaron en mi satisfacción pero ninguna tanto como la última, y quiero hacer una reflexión del porque.
Es la primera promoción de alumnos graduados en fisioterapia. Un objetivo necesario para nuestra profesión y que con este logro la fisioterapia ha hecho un paso de gigante. A parte de la situación académica es verdad que este cambio en los planos de estudio ha supuesto mucho esfuerzos extra por parte del profesorado, las universidades pero sobretodo por parte de los alumnos. Más horas, más esfuerzo en tiempo de trabajo, más esfuerzo económico por parte de las familias, dificultad en compaginar estudio y trabajo, … Pero todo ese esfuerzo ha valido la pena.
Como profesor he podido disfrutar de unos alumnos más maduros, más profesionales y apasionados por la fisioterapia, les he visto esforzarse y acercarse mucho a los conocimientos necesarios para poder ejercer la profesión. En algunos momentos hasta me he sentido compañero de trabajo.
Al llegar a la graduación me encontré con la sala llenísima de gente. decenas de estudiantes vestidos de gala, con una sonrisa exultante y con cara de satisfacción. Desprendían alegría durante los discursos, se emocionaban al subir al estrado tras oír su nombre. Y sobretodo tenían prisa por bajar del escenario después de recoger la banda.
Sus familiares orgullosos les esperaban debajo de la escalera para poder tomar una instantánea de ese momento único y que representaba la culminación de un proyecto. En sus ojos se reflejaba la felicidad de ver a sus hijos, hermanos, parejas, compañeros, … con el título entre las manos.
Esta promoción más preparada y más exigente, ya no son los mismos que antes. Ahora ellos ya saben que el dinero hay que ganarlo y vienen dispuestos a luchar para hacerse un espacio, en la profesión y el mundo. Algunos de ellos hablaban de los planes de emigrar, de el salto al vacío, pero no tenían cara de miedo, transmitían seguridad y mucha fuerza.
La sensación que tuve fue de tener delante mio un ejercito de fisioterapeutas, con mentalidad de colectivo, dispuestos a luchar para dignificar a la profesión, … Fue hermoso.
A todos ellos les dedico este post. Así como a todos los nuevos graduados de todas las universidades. En los momentos que corren, poder vivir un momento de tanta felicidad colectiva ha sido para mi, sin duda, como un oasis en medio del desierto
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