En la formación de base del fisioterapeuta se le equipa con un arsenal de técnicas bastante amplio. De hecho, el estudiante de fisioterapia a menudo exige más formación en técnicas y ansía saber qué herramienta es la más adecuada para resolver una u otra patología.
La realidad es que, a pesar de que la formación de base sea amplia, en el momento de salir al ruedo todo lo que has aprendido no son más que flotadores en arenas movedizas. Justo te dan el tiempo necesario para llegar a casa y buscar en los libros.
En otros casos, esta inseguridad del abismo del mundo laboral nos lleva a buscar el soporte en una formación reglada de larga duración, llámese Osteopatía, Terapia manual tipo Maitland, Kalternborn o cualquier otra con nombre propio y formación registrada. Estas formaciones que permiten argumentar mejor nuestro gesto terapéutico nos llevan a menudo a callejones sin salida ya que, a pesar de que son métodos estudiados y trabajados, al final siempre dejan algún caso sin resolver.
Cuanto más amplia es la formación en terapias manuales, más nos damos cuenta de la posibilidad de cubrir esos espacios vacíos de nuestra formación. Cada vez es más difícil tomar conciencia de que, quizás, es en las ciencias básicas donde el fisio cojea más: anatomía funcional, ergonomía, física y biomecánica, procesos biológicos tisulares, etc.
Cuando nos adentramos en estas disciplinas nos damos cuenta cada vez más que la mejora funcional en determinadas patologías no depende tanto de nuestro gesto terapéutico como evitar el mecanismo lesional. De la misma manera, podremos entender que el modelaje de los tejidos para compatibilizarlos con el movimiento no depende tanto de la intensidad y la precisión de la maniobra, sino de su aplicación en periodos prolongados.
De esta manera, cuanto mayor te haces como fisio más te das cuenta que el resultado de tu trabajo o la mejora del paciente (que deberían ser sinónimos) no depende tanto de tu agilidad como terapeuta manual si no de tu capacidad para entender, explicar y trasmitir la información necesaria al paciente (este punto lo voy a dejar para otro post más adelante). De esta manera, el fisioterapeuta ya no es el terapeuta sino que se transforma en el catalizador que provoca un cambio, y este cambio depende principalmente del paciente y de su perseverancia en trabajar.
En referencia a este punto, la fisioterapia no es la disciplina más bien dotada de todas. De hecho, debemos reconocer que los ejercicios de fisioterapia son más bien aburridos y que por tanto cuesta motivar al paciente para continuar. Por suerte, motivar al paciente para hablarle de la campaña de verano o picar a un paciente testosterónico mostrándole alguien que lo hace mejor que él, es fácil. Este tipo de trabajo que requiere tanta regularidad no es especialmente fácil.
En terapia de mano tenemos la suerte de disponer de una herramienta que juega un papel protagonista en la mayoría de nuestros pacientes: la confección de ferulaje. Las ortesis, si estan bien confeccionadas, permiten cubrir muchas de las necesidades que se generan en el proceso de rehabilitación. Nuetralizar para permitir la cicatrización, evitar un movimiento irritativo, corregir deformidades, proteger estructuras en riesgo, moldear la cicatriz, … serían algunas de estas necesidades.
El punto clave de esta técnica de tratamiento es conseguir su aplicación durante el máximo de horas posible y, de esta manera, mejorar la eficacia del tratamiento.
Muchas de estas herramientas forman parte del material básico de muchos centros de rehabilitiación, no lo olvidéis!
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