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Esta temporada me propongo acercar la terapia de mano a todos: pacientes, médicos, fisioterapeutas y resto de seres vivos bípedos con orejas para escuchar. Este primer post es para hablar de cosas obvias, pero que de tan obvias muy a menudo pasan desapercibidas.

Hoy hablaremos de patología funcional y para ello habrá que entender primero a qué nos referimos.

Cuántas veces habremos oído la frase:

«es que me han encontrado…»

 «me ha salido…»

acompañada de una palabreja tal como tendinitis, hernia, esguince, sobrecarga o contractura. Generalmente estos pacientes a la vez que te comentan esto en la primera visita también en algún momento de la conversación sale otra frase mítica. A ver si os suena:

» es que yo no puedo parar…»

Permitirme que una vez más (aunque las letras y yo nunca hemos sido amigos), me fije en cómo estructura el lenguaje el paciente al referirse a estos temas. En las dos primeras frases lo que más me sorprende es el hecho de que el sujeto es siempre un pronombre que nadie sabe quién es. Parecería como si esa persona hubiese sido atacada por un Alien endemoniado que le ha provocado esos estragos en su cuerpo. Efectivamente, si os fijáis en la estructuración de la frase, el paciente es un mero objeto de la acción que recae sobre él como de manera accidental o intencionada.

Cada vez que la oigo me viene a la mente cuando de pequeño afirmaba con total convencimiento el

«yo no he sido…»

mientras llevaba las manos manchadas de chocolate o lo que fuera… La respuesta era evidente…

 

«Has sido tú, no pasa nada, pero has sido tú»

has sido tu

No hay ningún tipo de duda pero, ¡atención! no es ninguna acusación ni se trata de encontrar culpables; la cuestión es que mientras no identifiquemos el causante del problema, no podremos abordar la solución.

La patología funcional es aquella que se genera por la conjunción de dos factores: la actividad que el individuo desarrolla y el estado de los tejidos.

                                                   tejido viejo

Todas las estructuras tienen una capacidad mecánica determinada por encima de la que ponemos a dicha estructura en riesgo y por debajo de la que la estructura puede atrofiarse. Esta resistencia estructural con el tiempo se va deteriorando de manera natural por el propio envejecimiento.

La actividad que el individuo realiza puede hallarse en un margen de seguridad que no pondrá en riesgo la estructura o fuera de él dónde existe la posibilidad de generar un desequilibrio que desencadenará la simtomatología .

Nuestros pacientes a menudo buscan el tratamiento que sea capaz de «curar sus problemas» sin que tengan que realizar ningún esfuerzo, la manera como abordan este tema a menudo es a través de la frase:

«Es que yo no puedo parar»

A esta escena debemos hacer entender al paciente que la situación es la que es y que su mejora depende principalmente de su actitud y no del tratamiento establecido. Un buen recurso sería que el Fisio respondiera con un:

» perdona (nombre del paciente), no estoy negociando contigo, simplemente te estoy explicando lo que está sucediendo en tu cuerpo».

Muchas de las lesiones de mano son o pueden ser de origen funcional: rizartrosis, síndrome del túnel del carpo, de quervain, dedo en gatillo, tendinopatías… Y en todas ellas la actitud del paciente es la clave para su resolución.

En la cultura de la fisioterapia actual existe en exceso la aplicación de técnicas pasivas en las que el paciente no es más que un mero receptor. Compañeros, esto no es así! Nosotros no somos la curación, sólo somos el catalizador para que la recuperación se dé. Ayudemos y eduquemos a los pacientes para que puedan recuperarse. Seamos más modestos, hay cosas que los profesionales de la salud no podemos cambiar, sólo lo puede hacer el paciente. Animemos a nuestros pacientes a que dejen de ser el objeto de la acción para que pasen a ser los protagonistas. Sólo un cambio de actitud y estrategia puede resolver su problema.